martes, 4 de mayo de 2010

El mito del amor romántico



A continuación se expone, a modo de ejemplo, un extracto de un artículo reciente del Licenciado en Derecho y analista de tendencias sociales, Juan Meseguer Velasco, que nos plasma una perspectiva del concepto de matrimonio a lo largo del tiempo y nos puede servir de entrada para iniciar nuestros propios debates al respecto.

“El matrimonio es una institución maravillosa, pero ¿quién desea vivir en una institución?”. La pregunta de Groucho Marx sintetiza bien el sentir de una época.


En el pasado, se daba por hecho que el matrimonio es una institución social pensada sobre todo para proteger a los hijos. Tenían claro que el matrimonio no es sólo ni de manera esencial un asunto de sentimientos.
Sin embargo, a partir de los años sesenta del siglo pasado, muchos empezaron a considerar el matrimonio como un proyecto individualista que no guardaría relación con la descendencia sino principalmente con el logro de la satisfacción personal.


El ideal del amor romántico surgió a finales del siglo XVIII como reacción a los matrimonios que algunas familias de la nobleza imponían a sus hijos para mejorar su posición social.
Frente a esta visión del matrimonio en la que predominaban las consideraciones económicas o sociales, el romanticismo tuvo el acierto de recordar –como había hecho siglos antes el cristianismo– que el matrimonio debía estar ligado al amor, el respeto mutuo y la igualdad.
Pero en el siglo XX, el ideal del amor romántico adquirió un nuevo significado. A partir de la revolución sexual de los años setenta, se usó como bandera para cuestionar la propia institución del matrimonio.

Pensadores como Sartre, Marcuse o Wilhelm Reich presentaron el matrimonio como una “cárcel del amor”.

Los cambios culturales e ideológicos de los años setenta se reflejaron pronto en el campo del derecho. Una vez liberalizado el divorcio, se produjo un proceso de “desjuridificación” del matrimonio. Con ello aumentó la creencia de que el matrimonio es una simple relación afectiva entre dos adultos.


Amor sin compromiso
Uno de los autores que más han analizado esta visión del matrimonio es Anthony Giddens. El sociólogo británico detectó: “La total separación entre enamoramiento, como sentimiento de atracción hacia otra persona, y compromiso moral y jurídico de fidelidad a esa persona”.
Unido a lo anterior está la idea de que los cónyuges son libres de dar forma a su unión y de establecer el tipo de vínculo que quieran.

Como explica Ulrich Beck, en la nueva versión del amor romántico no hay normas externas a la pareja. “Todo se presenta en forma de ‘yo’.


Contrato de convivencia
Sobre este presupuesto, algunos autores dan por hecho que el matrimonio es un simple contrato de convivencia. “El matrimonio-pareja –escribe Julio Carabaña– es un fin en sí; existe sólo para sus contrayentes


Crecientes expectativas y descontento
Se suponía que esta nueva versión del amor romántico –que ahora se identifica con el matrimonio fácilmente disoluble– iba a traernos mayores cotas de satisfacción personal, pero lo cierto es que sólo ha logrado aumentar las tasas de divorcio. Esta es la paradoja que muestra la historiadora estadounidense Stephanie Coontz , poco sospechosa de conservadurismo.


Divorcios arbitrarios
El sociólogo norteamericano W. Bradford Wilcox también ha vinculado el nuevo ideal del amor romántico con el auge del divorcio moderno, en un artículo que ha suscitado mucho interés en los foros académicos de Estados Unidos. Wilcox comienza sintetizando diversas investigaciones que muestran los daños del divorcio en los hijos. En concreto, los hijos de padres divorciados tienen “entre dos o tres veces más riesgo de sufrir patologías sociales o psicológicas serias que los hijos cuyos padres siguen casados”. “Cuando los hijos ven que sus padres se divorcian por la sencilla razón de que se han distanciado (…), la confianza de los niños en el amor, el compromiso y el matrimonio suele hacerse añicos”.
Además, como recuerda Wilcox, hay que tener en cuenta el sufrimiento que produce en los adultos la sensación de un divorcio arbitrario. “Un divorcio injusto puede llevar a un declive emocional, dificultades en el trabajo y a un deterioro serio en la calidad de sus relaciones con sus hijos”.


Pierden más los pobres
Llegados a este punto, Wilcox plantea la hipótesis principal de su artículo: la sustitución del modelo institucional de matrimonio por otro basado solamente en la afinidad de la pareja ha contribuido a que quienes tienen menos recursos –emocionales, sociales y económicos– estén más expuestos a que se hunda su unión, y por lo tanto perciban el matrimonio como una institución poco atractiva.
A la vistas de estos datos, Wilcox concluye que al redefinirse el concepto de matrimonio en términos exclusivamente románticos, los grandes perdedores han sido las personas de bajos ingresos. En cambio, los que tienen un nivel de estudio alto están volviendo ahora al modelo institucional de matrimonio.
En otras palabras, la progresiva desinstitucionalización del matrimonio –que en su día se defendió como un proceso para “democratizar el amor”– no sólo no ha extendido la igualdad de oportunidades, sino que ha abierto un nuevo frente en la brecha entre ricos y pobres: la desigualdad matrimonial.

Extracto del artículo “El amor romántico, un soporte frági” de Juan Meseguer Velasco/Aceprensa

3 comentarios:

  1. María Calero Lucena8 de mayo de 2010, 5:33

    En parte pienso que si una pareja no se ama, una relación no puede llegar muy lejos, por eso antiguamente casi todas las parejas obligadas a casarse no ivan nada bien. En principio se perdían el respeto, se maltrataban a las mujeres o simplemente las tenían como criadas … Luego con el tiempo las personas que se casaban por amor eran capaces de dar la vida por la pareja lo cual demuestra lo infinita que puede llegar a ser la sensación de amar.
    Para mi el matrimonio no es ninguna cárcel de amor, sino que es la mayor forma de unión entre dos personas, es el saber que tienes siempre a alguien apoyándote en todo momento, es sentirse segura con esa persona a la que amas.
    Es verdad que los hijos lo pasan muy mal al ver que sus padres se separan o están separados porque les puede faltar una imagen de familia ,de unión; pero también es verdad que es peor ver como sus padres discuten continuamente o que ni se hablan porque al final les sigue faltando lo mismo “amor”.
    Tiene razón en que los divorcios arruinan mas aún a los pobres, pero el dinero no da la felicidad y más vale pobre y feliz que rico y sin tener con quien disfrutarlo.
    En definitiva el matrimonio se debe realizar por amor no por interés porque de ser así nunca serás plenamente feliz.

    ResponderEliminar
  2. Patricia Sánchez Esperilla9 de mayo de 2010, 15:10

    Grandes cambios han aparecido en las diferentes creencias que se tenían del matrimonio como hemos visto tantas veces. Sí es cierto que antes el matrimonio se establecía mayormente para mantener a la familia en determinado status social por así decirlo (los padres establecían con quien debían casarse sus hijos, a pesar de algunos de ellos ni conocerse...), puede pensarse que al no haber amor (pero desde el punto de vista sentimental) desde un principio la cosa iba a ir peor... pero se ha comprobado que ciertamente es en esos tiempos cuando más duraban los matrimonios ¿Porqué? simplemente que la mentalidad y la forma de ver el matrimonio ha cambiado, se le da un valor distinto y por supuesto la regulación también tiene gran influencia en esta situación. Ahora la gente tiene muy presente la opción del divorcio, también por eso pienso que son menos perecederos los matrimonios.
    Pero ante todo, es mi opinión...

    ResponderEliminar
  3. Para mi resulta sumamente cierto lo que se plantea en el transcurso del texto, creo que mientras màs idealizado sea un amor, màs duele no ALCANZARLO. Por tanto se habla de una falta permanente

    ResponderEliminar