martes, 13 de diciembre de 2011

Divorcio por aburrimiento

Extraigo este texto de un artículo aparecido en Aceprensa:

En un artículo publicado en The Daily Telegraph, la periodista Angela Neustatter reflexiona sobre la tendencia actual al emotivismo sobre los proyectos duraderos, lo que lleva a algunos a romper sus compromisos conyugales cuando desaparece el encanto de los comienzos.

Neustatter se apoya en las conclusiones de un informe realizado por Grant Thornton-Reino Unido, una organización especializada en el sector de la auditoría. Después de entrevistar a 101 abogados de familia, esta empresa concluye que el aburrimiento se ha convertido en la gran amenaza de las parejas para permanecer juntas.

La infidelidad, que antes encabezaba la lista de razones principales para las rupturas conyugales, ha sido ahora sobrepasada por otra causa: la de quienes afirman que “ya no estamos enamorados” o “nos hemos ido distanciando”.

Estas conclusiones están en sintonía con las estadísticas de divorcio en Reino Unido que maneja Neustatter: de media, dice, los matrimonios se rompen a los 11 años. Y también coincide con la tendencia al emotivismo en las relaciones amorosas.

Tendencia que pusieron de manifiesto Malcolm Brynin, coeditor de Changing Relantionships, un polémico estudio publicado por el Economic and Social Research Council en 2009, en el que afirma que la gente se junta y permanece unida sólo cuando obtiene una ventaja personal.

Ya se sabe que el romanticismo en una relación amorosa va y viene. El mérito de One Poll, una empresa especializada en encuestas, está en haber logrado “medir” su duración. Por lo visto, el encanto se esfuma –de media– a los dos años, seis meses y 25 días después de contraer matrimonio. Eso es precisión.

De todos modos, dice Neustatter, la desaparición del romanticismo en el matrimonio –algo que seguramente habrá ocurrido en todos los tiempos– causará más o menos estragos en función de la actitud de los cónyuges. Si las expectativas de una persona son que mi marido o mi mujer me satisfagan en todo momento, es previsible suponer que este problema no hay “romanticismo” que lo arregle.

De ahí que Neustatter piense que el enfoque adecuado ante la falta de romanticismo en el matrimonio sea el de trabajar juntos –marido y mujer– sobre la relación conyugal. Resistir, codo con codo, los momentos de adversidad. Y volver a sacar brillo al matrimonio con pequeños gestos.

“Las investigaciones actuales muestran que si la gente logra manejar y resistir las malas rachas, dirige su atención a lo que tiene y comparte con el otro en vez fijarse en lo que se está perdiendo, los beneficios psicológicos y físicos son enormes”.

“No es una cuestión de moralidad versus narcisismo –como si hubiera que elegir entre escalar una cumbre o quedarse la cama autocompadeciéndose–, sino de entender qué es lo que, al final, nos hace felices”.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Perspectiva de familia

Copio este artículo publicado en La Razón por el magistrado José Luis Requero:

PERSPECTIVA DE FAMILIA

La semana pasada supimos que desde enero han salido de España más inmigrantes que los que llegan. En concreto y según el Instituto Nacional de Estadística, han llegado 317.491 inmigrantes, pero han salido 356.692, algo inédito en los últimos diez años. También se van de España españoles: en lo que va de año han salido unos 50.000, una cifra que, por ahora, no se considera preocupante. Además se estima que en una década la población española se reducirá en cerca de medio millón de personas debido a la menor afluencia de población inmigrante.

Estos datos agudizan el problema demográfico que padece España; yo hablo de suicidio demográfico, otros hablan de “invierno” demográfico, da igual: la cuestión es que un país que envejece tiene un grave problema, es un país que se suicida, que renuncia a tener futuro. Hoy los mayores de sesenta y cinco años superan en más de un millón a los menores de quince años. En los últimos años la población inmigrante ayudaba a mejorar las cifras; ayudaban a recuperar la tasa de reposición poblacional (que nazcan más de los que fallecen), pero los datos anteriores pintan un panorama muy negro.

En la misma semana que se conocía esa noticia, se presentaba el libro “La familia, desafío para una nueva política”, que ha editado el Instituto de Política Familiar y del que son autores Eduardo Hertfelder, Mariano Martínez-Aedo y Lola Velarde. En él se analiza este invierno demográfico como parte de otro no menos inquietante: la situación de la familia en España. Los autores estudian esa situación, chequean las políticas desarrolladas hasta ahora y, de nuevo, el panorama no invita a la tranquilidad. Pero el libro no se queda en el análisis y propone hasta 101 medidas para una política con perspectiva de familia.

Si el futuro de la humanidad pasa por fortalecer la familia como institución natural, como hábitat natural donde cada persona nace, aprende a relacionarse, donde se es querido por lo que es, España tiene muchos deberes por delante: somos un país que envejece y, a la vez, un país en el que el aborto es la principal causa de mortalidad; en el que en veinte años hemos pasado de 220.533 matrimonios a 170.815, donde el número de rupturas matrimoniales crece; en fin España -por dar otro dato- ocupa el último puesto de los veintisiete países de la Unión Europea en medidas de ayuda y protección a la familia, ámbito natural en el que la gente viene al mundo.

En estos años las políticas y las leyes, lejos de fortalecer a la familia, la han debilitado: el matrimonio, que ya había perdido la indisolubilidad como seña de identidad, acaba de desdibujarse gracias al “divorcio exprés” y al “matrimonio” homosexual; cuando vivimos ese invierno demográfico se hace del aborto un derecho o se populariza la píldora del día después; o ya en lo ideológico se elimina toda idea de que hay una familia natural, para contraponer la “tradicional” a los nuevos modelos de familia. La ideología de género pone su granito de arena y la Educación para la Ciudadanía lo difunde.

La población es el mayor activo de un país y se estructura en millones de familias. El suicido demográfico y la crisis de la familia son problemas objetivos, comprobables a golpe de datos, son problemas diagnosticados y sus efectos pronosticados, por eso debería ser prioritario en el discurso político. Es cierto que en España la familia es una institución aun fuerte y arraigada, pero no podemos vivir de las rentas ni de la inercia, sencillamente porque esas políticas o esas leyes antifamilia acabarán con esa herencia.

Tras el 20-N caben dos opciones: acentuar o mantener el deslizamiento por esa pendiente suicida o fortalecer la institución más valorada por los españoles y en la que nos jugamos nuestro futuro. Igual que a partir de la Cumbre de Kyoto se instauraron políticas para reducir las causas del cambio climático; en lo humano y social España debe evitar su particular debacle, su camino hacia un cambio climático en lo poblacional y humano. Si unos instauraron la perspectiva de género para todo, ahora toca -y con urgencia- instaurar una perspectiva de familia.

martes, 31 de mayo de 2011

Debate global sobre el matrimonio



Por su interés, copio el siguiente artículo del profesor Rafael Navarro-Valls, aparecido en Zenit el 30 de mayo:

DEBATE GLOBAL SOBRE EL MATRIMONIO

Las grandes contiendas jurídicas no son simplemente nacionales: son planetarias. Así ocurrió, por ejemplo, con los debates en torno a la codificación. Y así está ocurriendo ahora con la nota de heterosexualidad del matrimonio.

La tensión se percibe entre dos tendencias opuestas. La primera es lo que en términos de derecho internacional se llama “efecto dominó”. Es decir, la propensión expansiva de una institución jurídica, cuando es adoptada por un sistema político de cierta influencia sobre otros. La especial gravedad de que España aceptara - con fuertes oposiciones, todo hay que decirlo, por parte de los órganos jurídicos españoles de mayor relieve - el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, radicó en que produjo como reacción que algún país latinoamericano (por ejemplo Argentina, o, más limitadamente en el estado de México D.F., que representa tan sólo el 8% de la población de la república de México) alteraran profundamente la estructura configurativa del matrimonio, aceptando el matrimonio entre homosexuales. En otros países (Chile, Ecuador, Perú etc.) solamente se planteó a nivel político o jurídico, pero sin cambios apreciables en la configuración del matrimonio.

Junto a esta tendencia expansiva, la adopción por algunos sistemas jurídicos del matrimonio entre personas del mismo sexo, ha producido una reacción contraria. Lo que he llamado en alguna ocasión “efecto blindaje”, esto es, la defensa del matrimonio heterosexual a través de la constitucionalización de la nota de heterosexualidad. El último ejemplo en Europa de esta tendencia ha sido Hungría. Hace menos de un mes (25 de abril) se aprobó en el Parlamento húngaro por 262 votos contra 44 (bastante más de los dos tercios exigidos) una nueva Constitución, que elimina los últimos residuos comunistas de la antigua de 1990. En lo que respecta al matrimonio, expresamente se establece la protección de la “institución del matrimonio, considerado como la unión natural entre un hombre y una mujer y como fundamento de la familia”. Anteriormente, la Constitución polaca de 1997 (artículo 18) definió el matrimonio exclusivamente como “la unión entre un hombre y una mujer”. En fin, la constitución de Lituania (1992) establece que “el matrimonio debe ser efectuado con el consentimiento mutuo y libre del hombre y la mujer”, definiendo su Código civil el matrimonio como “ el acuerdo voluntario entre un hombre y una mujer".

¿Cuál de ambas tendencias progresa con mayor rapidez ? Contra lo que pudiera creerse, la realidad es que existe un equilibrio inestable modelado por reacciones y contra-reacciones que dibujan, en mi opinión, un panorama más cercano a la defensa del matrimonio heterosexual que al avance del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Prescindiendo de la algarabía mediática de uno u otro signo, conviene circunscribirnos a los hechos. Un rápido “tour d´horizon” probablemente avalará lo que digo. Volviendo a Europa, la verdad es que si Países Bajos (2001), Bélgica (2003), España (2004), Noruega (2009), Suecia (2009) y Portugal (2010) han regulado el matrimonio entre personas del mismo sexo, la corriente mayoritaria se muestra concesora de diversos efectos a las uniones civiles de personas del mismo sexo, pero no demasiado receptiva a transformar esas uniones en verdaderos matrimonios. Ya hemos visto la tendencia de los países del Este de Europa a constitucionalizar la nota de heterosexualidad. En otros países europeos (Francia, Italia, Alemania Etc.), aunque el debate se plantea con mayor o menor intensidad, la posición de los órganos legislativos o jurisprudenciales mantiene una posición de equilibrio que no se inclina hacia la concesión “tout court” del estado matrimonial a las uniones civiles. Así, por ejemplo, en febrero de este mismo año, el Consejo Constitucional francés consideró que la prohibición del matrimonio homosexual, tal y como lo recoge el Código Civil, es conforme a la Constitución francesa.

Latinoamérica es un ámbito jurídico en el que las reacciones se producen con rapidez ante modelos distintos. Un ejemplo. Acabo de regresar de México, donde he debido viajar por cuestiones académicas a varios estados. El único de ellos en que se ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo es Ciudad de México. La reacción fue inmediata. Los estados de Jalisco, Morelos, Sonora, Tlaxcala y Guanajuato plantearon ante la Corte Suprema cuestión de inconstitucionalidad. Aunque esta declaró constitucionales los matrimonios aprobados en Ciudad de México (naturalmente sin imponerlos a los demás estados), inmediatamente el Congreso del estado de Baja California reformó el artículo 7 de la Constitución estatal, definiendo el matrimonio exclusivamente como “la unión entre un hombre y una mujer”. Esta tendencia a “blindar” las constituciones estatales está encontrando eco en algunos otros estados mexicanos, centroamericanos y sudamericanos.

En Estados Unidos, el matrimonio entre personas del mismo sexo es reconocido a nivel estatal por seis Estados: Massachusetts (2004), Connecticut (2008), Iowa, Vermont, New Hampshire y Distrito de Columbia (estos cuatro en 2009). Sin embargo, como reacción ante la tendencia expansiva, antes o después de esas fechas, más de 20 estados alteraron sus constituciones para definir el matrimonio como una unión entre hombre y mujer. Es decir, para blindarse frente a la tendencia expansiva.

Hace unos días, Obama ha cursado órdenes al Departamento de Justicia para que deje de apoyar ante los tribunales la ley federal aprobada en 1996 durante la Administración Clinton, en la que se define el matrimonio como la unión legal entre un hombre y una mujer. Esta “ley de defensa del matrimonio” (DOMA), por la que ningún estado está obligado a reconocer como matrimonio una relación entre personas del mismo sexo reconocida como matrimonio en otro estado, se aprobó en su momento una amplia mayoría bipartidista en ambas cámaras del Congreso. La reacción ha sido inmediata. El presidente de la Cámara de Representantes anunció que iba a reunir a un grupo de asesoramiento legal formado por miembros de ambos partidos para defender la DOMA. “Es de lamentar -dijo- que la Administración Obama haya abierto esta cuestión tan polémica en un momento en que los americanos quieren que sus líderes se centren en el empleo y en los problemas económicos. La constitucionalidad de esta ley debe ser decidida por los tribunales, no por el presidente de modo unilateral, y esta decisión de la Cámara quiere garantizar que la cuestión se afrontará de modo conforme con la Constitución”.

El balance final es que de los 192 países reconocidos ante la ONU (más 10 de facto, no integrados oficialmente en dicha organización) solamente reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo un total de 10 países, más algunos estados aislados de México y Estados Unidos. Entre ellos, no se cuenta ningún país asiático y ninguno africano (salvo Sudáfrica), y tan solo un latinoamericano, y parte de otro.

Comparando la demografía de ese pequeño grupo de países con la de todo el planeta que rechaza el modelo de matrimonio entre personas del mismo sexo, la anomalía jurídica está todavía localizada. Desde luego es una localización con tendencia a la expansión, pero al parecer la mayoría de la corriente sanguínea del organismo jurídico tiende a defenderse, buscando otras fórmulas que equilibren la concesión de algunos efectos a las uniones entre personas del mismo sexo con el derecho de mantener en su real configuración las instituciones jurídicas, entre ellas el matrimonio como unión entre hombre y mujer. Desde luego, la prevalencia del sentido común y jurídico en esta importante materia exige -en especial a los juristas - esa cualidad tan propia de los hombres dedicados a la defensa de la justicia que consiste en mantener la firmeza de una roca en las convicciones, moderándola con la flexibilidad de un junco en sus aplicaciones.

jueves, 26 de mayo de 2011

Poligamia en Turquía




Copio del ABC la siguiente y sorprendente (al menos, entre nosotros) noticia:

Una asesora municipal de Estambul propone legalizar la poligamia

«Una mujer saludable que analiza por lo que tiene que pasar en caso de divorcio debería, en mi opinión, considerar la poligamia como forma de salvación». Estas palabras serían polémicas en cualquier contexto. Lo son mucho más porque quien las ha pronunciado, Sibel Üresin, es una conocida consultora familiar que asesora al ayuntamiento de Estambul.

Joven –apenas 35 años–, siempre ataviada con un inmaculado velo, Üresin es una figura recurrente en los debates televisivos que tratan cuestiones sobre familia e Islam.

Como especialista, imparte seminarios sobre comunicación dentro de la familia para las municipalidades más conservadoras de Estambul, como Eyüp o Fatih. De ahí lo chocante de sus declaraciones: «Si yo fuese hombre, habría sido polígamo», dijo ayer.

La base de su argumentación, obviamente, es religiosa, pero también social. «La poligamia existe en nuestra religión. Está escrito en el Corán», dice. «Los hombres pueden tener cuatro esposas de acuerdo con diversas interpretaciones del islam, pero estas mujeres no tienen derechos en Turquía», asegura. Por eso, afirma que legalizar la poligamia ayudaría legalmente a aquellas mujeres que ya conviven en matrimonios polígamos.

La poligamia es una de las realidades ocultas de Turquía. A pesar de ser ilegal y estar penada por la ley, un estudio demográfico publicado por la universidad de Hacettepe el pasado enero reveló que más de 187.000 mujeres turcas se ven obligadas a compartir marido con otra persona. Esta práctica se da sobre todo en las empobrecidas zonas kurdas del sureste del país, donde el nivel de analfabetismo es muy elevado y las reglas tribales tienen todavía un gran peso en la sociedad.
Pero Üresin llega al extremo de comparar infidelidad en el matrimonio con poligamia. «Un hombre busca cualidades de amistad, sexualidad, maternidad y ama de casa en una mujer. A menos que las poseas todas, deberías estar preparada para que te engañen», asegura Üresin, quien dice que «la poligamia es una realidad, dado que el 85% de los hombres son infieles de todas formas».

Por ello, las declaraciones de Üresin han levantado una gran polémica en Turquía. «Gran idea para resolver los problemas de las mujeres», titulaba, irónicamente, su columna de hoy el veterano columnista Yusuf Kanli. «Dado que los alcaldes de Fatih y Eyüp la escuchan, estoy preocupado, después de leer sus comentarios» escribe Kanli en el diario «Hürriyet».

Porque Üresin ha dicho cosas como que «palizas e infidelidad no son una buena razón para que una mujer pida el divorcio. Un 80% de las mujeres en Turquía son golpeadas por sus esposos por los comentarios de éstas. Para lograr la felicidad dentro de un hogar, la mujer debe obedecer a su marido y el marido debe tratar a la mujer como puesta bajo su protección por Dios». «En toda sociedad ha habido sádicos y masoquistas. No puede haber otra explicación», afirma Kanli, con cierta sorna.

martes, 22 de febrero de 2011

Matrimonio y Derecho


(Artículo de Rafael Navarro-Valls, en Zenit, 21-2-2011)

Existe una extendida visión del matrimonio que tiende a separar el Derecho de la unión conyugal, dejándolo reducido a un fenómeno exclusiva o preferentemente sociológico. Para esta visión, la regulación del matrimonio debería adaptarse, no a lo que es en sí mismo, sino a cómo dicen que es determinadas visiones sociológicas conectadas con minorías más o menos estridentes.

Esta visión “pansociológica”, desconectada del Derecho, ha conducido a profundos cambios en la propia estructura de la unión entre hombre y mujer, hasta llegar al actual desorden axiológico. Hace siglos Platón lo profetizaba en su “República” en estos términos: “Primero –decía– nos va penetrando sin darnos cuenta, el menosprecio por la ley moral en el arte y la música, bajo la forma de un juego inocente y agradable. Poco a poco va infiltrándose en los usos y costumbres, y, de súbito, todo esto brota desvergonzadamente en las leyes y decretos “.

Así, y por ejemplo, las leyes que permiten el divorcio unilateral sin condiciones (los llamados “divorcios exprés”) tienen una importante influencia en el modo en que los ciudadanos acabarán valorando o infravalorando sus compromisos personales. Esas leyes no solamente alteran el proceso de salida (haciéndolo trivialmente fácil), sino que devalúa también el proceso de entrada en el matrimonio, desvirtuando su trascendencia. El sabio consejo de Benjamín Franklin: “Conservad vuestros ojos abiertos antes de casaros” y “semicerrados después del matrimonio”, se transforma ahora en “no importa lo que hagáis”: se trata de una relación sin demasiadas repercusiones prácticas.

Frente a esta visión, Benedicto XVI acaba de resaltar en su reciente alocución al tribunal de la Rota Romana (22.I.2011) la sólida vertiente jurídica de la unión conyugal, es decir “su pertenencia por naturaleza al ámbito de la justicia en las relaciones interpersonales”. Quiere decirse con esto, entre otras cosas, que la misión de los juristas es contribuir a crear un ambiente social propicio para desencadenar una política familiar proclive a diseñar un marco favorable a que las familias se mantengan unidas y puedan ocuparse convenientemente de sus hijos.

Pero la responsabilidad no solo es de los juristas. Junto a ellos, los líderes políticos, los medios de comunicación, la red o los programas de televisión tienen una gran trascendencia en mantener unidas las células que estructuran el tejido social familiar. Aquí no se trata de definir una alternativa más entre varios estilos de vida, diseñar un foro donde se negocian los derechos, elevar simplemente barreras contra la vida sexual promiscua o elaborar un montón de cálculos de costos y beneficios. Se trata de fortalecer un compromiso. Y en ese compromiso los juristas debemos alertar que la desmitificación de las normas jurídicas que lo protegen suele llevar, con demasiada frecuencia, a su desmetafisicación, es decir, conceptuar el matrimonio simplemente como un hecho cultural en perpetuo cambio y no como una relación natural y estable.

El Derecho canónico –al que se refiere Benedicto XVI en la alocución citada– lo contempla desde esta última perspectiva. Y vuelve a ofertar a la Humanidad su propia visión, afirmando que el matrimonio diseñado por la naturaleza, reflejado en las normas que hunden sus raíces en el cristianismo, no es una reliquia que deba ser contemplada como hacen los anatomistas alrededor de un bello cadáver. Al contrario, en el libre mercado de ofertas sociales es un punto de referencia vital, construido sobre la dignidad de la persona humana.