lunes, 27 de julio de 2009

Las consecuencias del desenfreno (II)

Y sigue Juan Manuel de Prada con el mismo tema, y otro magnífico y certero artículo:

MENORES Y CRIMEN SEXUAL
JUAN MANUEL DE PRADA

DECÍAMOS en un artículo anterior que es signo distintivo del Mátrix progre combatir farisaicamente las calamidades en sus consecuencias, después de haberlas alimentado en sus orígenes. Así, ante la floración de delitos sexuales perpetrados por menores durante los últimos meses, el Mátrix progre se ha puesto a debatir con entusiasmo y verdadero gusto sobre la extensión del castigo penal a menores. Castigo que nada resolvería; pues los menores con tendencias criminales se tropezarían con la siguiente disyuntiva: o someterse a la ley, renunciando a la consecución de un placer que previamente se les ha pintado con los trazos más apetecibles; o esquivar la ley, consiguiendo con ello el placer ansiado. La ley penal sólo actúa como freno eficaz cuando la preceden frenos morales previos, arraigados en la moral social. Cuando estos frenos fallan, o simplemente dejan de existir, después de haber sido combatidos como rémoras que obstruyen el culto al placer, los menores emplazados ante la disyuntiva de someterse o esquivar la ley elegirán el segundo camino.

Porque detrás de la comisión de estos crímenes sexuales se extiende toda una red de complicidades. Y sólo se logrará acabar con esa red de complicidades mediante una purificación del ambiente moral. Pero un ambiente moral corrompido no se cambia mediante meras reformas legales; su corrupción tiene que ser atacada en sus orígenes. Y habrá de aceptarse que se conseguirá muy poco modificando las leyes si antes no se vigorizan los fundamentos morales. Si a los menores no se les inculca una moral efectiva, pedirles que respeten normas legales cuyo fundamento moral se les ha escamoteado será tanto como pedirles que resuelvan raíces cuadradas sin un conocimiento previo de las cuatro reglas aritméticas. Es el escamoteo de ese fundamento moral lo que provoca la floración hedionda de crímenes sexuales.

Trece años tenían algunos de los muchachos que en estos días nos han sacudido de horror. A esa edad les reparten condones en las escuelas y les ponderan las delicias de la libertad sexual; a cambio, les dicen que tales delicias sólo pueden alcanzarse si son plenamente consentidas por la otra parte. Pero esta barrera del «consentimiento» se torna absolutamente ineficaz, porque previamente se ha desatado una fuerza arrasadora. El efecto de tratar la sexualidad como cosa inocente y natural, decía Chesterton, es que todas las demás cosas inocentes y naturales se empapan y manchan de sexualidad. Y la sexualidad liberada de tabúes e inhibiciones no tarda en convertirse en pasión putrescente que lo anega todo en su marea.

No estamos en presencia de degenerados nacidos por generación espontánea, sino ante una inmensa trama de degeneración ambiental. Los degenerados natos apenas existen; y, cuando el ambiente moral es contrario a la degeneración y sus frenos son poderosos, sus inclinaciones torcidas pueden enderezarse, o siquiera cohibirse. Fuera de unos pocos casos excepcionales, la degeneración requiere una atmósfera favorable, hospitalaria, nutricia. Si a un menor con inclinaciones degeneradas se le inculca una moral laxa que no acepte otra guía que la consecución del deseo; si se le persuade de que la satisfacción de sus apetitos no sólo no constituye un signo de inferioridad, sino que es prueba de saludable madurez; si se le educa sin ninguna base espiritual, de tal modo que en el prójimo no ve sino un organismo diseñado para la obtención de placer, se inclinará cada vez más hacia lo nefando. Pensará, soñará, apetecerá lo nefando; y acabará perpetrando un crimen. Mientras se escamoteen los fundamentos morales que hacen odioso el crimen sexual, de nada servirá el dique del castigo penal; porque las víctimas de los menores degenerados lo son antes de un ambiente social corrompido.

martes, 21 de julio de 2009

Las consecuencias del desenfreno


Si la educación sentimental -por llamarla de alguna forma- dominante lo que hace es invitarnos a la condición animal, pasa lo que pasa, y a ello se refiere este artículo:


BESTIAS BABEANTES DE FLUIDOS

JUAN MANUEL DE PRADA

UNA niña de trece años es concienzuda y sucesivamente violada en Baena por cinco menores (alguno de su misma edad), acaudillados por un joven de veintidós que al parecer había sido su novio; o, dicho con mayor propiedad, que había mantenido anteriormente relaciones sexuales con ella, y que, para evitar que la víctima ofreciese resistencia, la amenazó con mostrar a su madre grabaciones de sus coyundas. En el Mátrix progre, tales bestialidades sirven para que la pobre gente abducida se enzarce en debates estúpidos sobre la conveniencia de extender el castigo penal a los menores; porque es signo distintivo del Mátrix progre combatir las calamidades en sus consecuencias, después de haberlas alimentado en sus orígenes, en lugar de combatirlas en sus orígenes para evitar sus consecuencias. Todo freno legal, por severo y disuasorio que sea, se revela inútil si no lo precede un freno moral consistente: las sociedades sanas se dedican con esmero a fortalecer los frenos morales que inhiben tales conductas criminales; las sociedades enfermas rompen todos los frenos morales y, una vez que los demonios del crimen han sido liberados, se dedican infructuosamente a perseguirlos, como el gallo descabezado persigue su imposible salvación.

Veamos cuál es el clima moral en el que se perpetran crímenes tan aberrantes como este de Baena, propios de una sociedad que ha destruido los frenos morales que garantizan su supervivencia; empezando, por supuesto, por los frenos que velan por los menores. Esa niña violada mancomunadamente ha crecido -como los niños que la han violado- en un clima moral que banaliza los afectos e incita -también desde la propia escuela- a «vivir en plenitud la libertad sexual». Un clima moral que, desde instancias de poder, promueve la ruptura de los vínculos humanos y combate denodadamente la noción de autoridad familiar. Un clima moral azuzado desde la propaganda mediática, donde todo mensaje destinado al público infantil o adolescente escamotea las realidades más nobles de la condición humana y las sustituye por un batiburrillo de risueñas escabrosidades que incluyen, por supuesto, todo tipo de reclamos sexuales. Todo con un propósito evidente de envilecer y pisotear la inocencia de niños y adolescentes, de arrebatarles todo vestigio de pudor, de convertirlos en adultos precoces, en aquellas «tormentas de hormonas» a las que se refería cierto ministro cesante para describir a sus propias hijas; o, dicho más expeditivamente, en bestias babeantes de flujos. Huelga añadir que toda educación que trate de preservar la dignidad de niños y adolescentes, que trate de dignificar su sexualidad balbuciente, evitando su conversión en perros de Paulov que reaccionan al estímulo sexual, es inmediatamente tachada de retrógrada y escarnecida como reliquia de tiempos oscuros y represores; para que, si aún queda algún niño o adolescente que no ha sido desnaturalizado, sienta vergüenza de sí mismo y necesidad de corromperse.

Para formar los caracteres hay que crear primero un clima moral; y también para deformarlos. En un clima moral donde la sexualidad es tratada como cosa inocente, concediéndosele una igualdad con experiencias elementales como el comer o el dormir; donde se exhorta a una festiva promiscuidad; donde niños y adolescentes son educados en la satisfacción primaria del deseo, liberado de tabúes e inhibiciones; donde se preconiza que todo afecto y emoción admite una traducción en «conducta sexual»... es natural que surjan caracteres deformados como el de esos muchachos monstruosos de Baena. Bestias babeantes de flujos contra las que todo freno legal se revelará inútil; pero es signo distintivo del Mátrix progre combatir farisaicamente las calamidades en sus consecuencias, después de haberlas alimentado en sus orígenes.

viernes, 3 de julio de 2009

La tele contra los padres




Esta información apareció en prensa hace unos días:

Adolescentes que viven con padres ignorantes, inmaduros o egoístas; jóvenes que deben asumir responsabilidades que no se corresponden con su edad y que mantienen relaciones sexuales con adultos, que en muchos casos son sus profesores. Estas son algunas de las tramas que la población infantil observa en la pequeña pantalla. Pero, «de todos los programas analizados, los más preocupantes son la serie «Física y Química» que emite Antena 3 y la ya retirada de Cuatro «HKM»», explica el presidente de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC), Alejandro Perales. Ambas reúnen todos los valores negativos que se desprenden del estudio presentado esta semana por el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y la AUC.

Influencia sobre el niño

Los menores, que son fácilmente influenciables, suelen ver televisión sin vigilancia de un adulto, de ahí que El Defensor haya solicitado este estudio de 86 series que cuestionan la figura paterna y que podrían influir en los comportamientos sociales de sus hijos.

El informe de la AUC refleja un público infantil que tiende a identificarse con unos roles sociales -de los protagonistas- cuyos valores no son positivos, y pretende instar a las productoras a que modifiquen los mensajes que transmiten. En este sentido, Alejandro Perales confiesa su pesimismo: Las compañías televisivas «no van a renunciar al beneficio para hacer una programación positiva para nuestros hijos». Utilizan algunos problemas como el sexo, las drogas y el alcohol, para atraerlos banalizando su consumo. «Creo que los adultos envidian a los adolescentes y por eso se les estigmatiza como problemáticos, pero quienes realizan estas series son los adultos», concluye.