El amor se ha convertido, desde hace tiempo, en objeto de investigaciones que se dicen científicas, hasta el punto de que se ha llegado a hablar de una «neurología del amor». Con esta premisa, algunos pretenden encontrar una fórmula que permita descubrir un «elixir bioquímico del amor». Con este fin, ciertos investigadores se dedican a convertir las emociones en cadenas de procesos bioquímicos, analizan neurotransmisores, identifican reacciones que se relacionan con sentimientos de cariño, etc. El papel de feromonas, dopaminas y vasopresinas cobra un nuevo y «romántico» aspecto.
El objetivo podría ser el de tratar de reproducir esos procesos de forma artificiosa, al modo de los brebajes de míticos hechiceros; crear, si se puede decir así, «pociones para enamorar», o para enamorarse. Por supuesto, se parte de experimentos con animales, con los que se establecen automáticamente comparaciones que ponen a hombres y mujeres en el nivel de lo instintivo.
Habría otra variante de estas investigaciones, la genética, que permitiría averiguar con anticipación la estabilidad amorosa de las personas. Un test genético proporcionaría entonces las pistas necesarias para confirmar la fiabilidad de una persona antes de establecer con ella una relación de pareja.
Todo esto, que se apunta aquí meramente, provoca algunas preguntas: Lo que estudian estos científicos, ¿es realmente amor? Por otro lado, ¿dónde quedaría la libertad en todo este asunto?
El objetivo podría ser el de tratar de reproducir esos procesos de forma artificiosa, al modo de los brebajes de míticos hechiceros; crear, si se puede decir así, «pociones para enamorar», o para enamorarse. Por supuesto, se parte de experimentos con animales, con los que se establecen automáticamente comparaciones que ponen a hombres y mujeres en el nivel de lo instintivo.
Habría otra variante de estas investigaciones, la genética, que permitiría averiguar con anticipación la estabilidad amorosa de las personas. Un test genético proporcionaría entonces las pistas necesarias para confirmar la fiabilidad de una persona antes de establecer con ella una relación de pareja.
Todo esto, que se apunta aquí meramente, provoca algunas preguntas: Lo que estudian estos científicos, ¿es realmente amor? Por otro lado, ¿dónde quedaría la libertad en todo este asunto?
El amor es un sentimiento, no un conjunto de reacciones quimicas ni nada por el estilo. Es necesario no perder la espectativa real de este concepto que desde el principio de los tiempos se ha hablado de él como algo incomprensible y que cambia continuamente por lo que serían una gran cantidad de combinaciones de reacciones,neurotransmisores...que me parece muy dificil de imaginar. La ciencia salva vidas, y cuida de ellas, pero no se puede condicionar algo tan mundano como el sentimiento del amor
ResponderEliminarFelicidades por este blog, querido profesor. Sería parecido a decir que el hombre o la mujer es un 80 por ciento de agua, algo de calcio y poco más. Ojo con el sentimiento, el amor asume el sentimiento en compromiso en donación , en entrega, eso exige virtudes o valores, autodominio, paciencia, fidelidad. No por ser más listo o erudito se ama más o mejor.
ResponderEliminarel amor es un sentimiento que surge por una serie de factores y condiciones que nada tienen que ver con la ciencia y con las reacciones químicas. Este sentimiento nace del bienestar con una persona, del cariño... y no está predefinido por nada.
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