martes, 14 de abril de 2009

Bodas ridículas




Sí, lo que se ve en la imagen es una boda estilo “La guerra de las galaxias”. No es la única, las hay para todos lo gustos –generalmente con inspiración cinematográfica–, y en estas celebraciones incluso los invitados se unen al motivo disfrazándose como en carnaval.

No sé si esto se llama una boda “de género”. De lo que no hay duda es de su ridiculez. En cuanto a boda, claro está, porque por lo demás yo también soy fan de Star Wars y del Señor de los anillos, y no me importaría jugar a ello un rato. Pero una boda de disfraces es más que extravagante, y me hace dudar mucho de la seriedad de la celebración (que conste que la doctrina Jedi es religión en algunos países, pero eso es otra cuestión, no menos ridícula).

No era bastante con casarse en vaqueros y en la playa, aquello sólo era el principio; luego vinieron las bodas en paracaídas o bajo el agua; y ahora la moda es ésta, rizando el rizo. Muy sintomático de la valoración social del matrimonio, o de cierta valoración cada vez más extendida, como una especie de juerga o acontecimiento festivo y empalagoso que ni quita ni pone nada al amor de una pareja, pero es la perfecta excusa para celebrar su cariño con los amigotes.

Una cosa es que una boda tenga su fiesta, que debe tenerla, porque hay mucho que celebrar, y otra que se reduzca a pura diversión. Porque en ella se fija un compromiso, que da lugar a un vínculo, y se pretende que a una familia, que es cosa seria y de gran repercusión. Claro que si esto no está en la boda, entiendo que no se tome en serio; pero entonces tampoco entiendo qué es lo que se celebra (imagino que tampoco esos contrayentes entienden lo que es el matrimonio, y lo confunden con una mascarada).

Hace tiempo que vengo comprobando, casi sin error, que existe una relación directamente proporcional entre la cantidad de estupideces y pasteleos que rodean una boda y el fracaso del matrimonio (a mayor número, más rapidez en alcanzarlo).

martes, 7 de abril de 2009

Amor libre


A casi cualquiera que le hablen de amor libre pensará en otra cosa... distinta a lo que me refiero aquí. No hablo de dejar que los impulsos amorosos decidan por uno, y que lo arrastren de una a otra relación, sin vincularse seriamente con ninguna, al modo que defendían los viejos hippies...

No hablo de eso porque realmente aquello no es amor libre. Ni amor, ni libre. No es amor, porque no se define en función de la entrega y el sacrificio, sino únicamente por la apetencia y el capricho. No es libre porque no hay decisión ni compromiso, sino un mero dejarse llevar.

El amor debe ser libre para ser verdadero amor. Y no consiste esto en acostarse con cualquiera que nos atraiga, sin las mal llamadas "cadenas" del compromiso. El amor libre es el que supera la fase puramente emocional del enamoramiento para, con ese mismo impulso, ir más allá, hacia un horizonte de proyectos en común que sólo puede alcanzarse si la relación se refuerza con el compromiso. Ese compromiso, sobre todo si se llama matrimonio, es la expresión más clara de libertad que se puede señalar en el terreno de la pareja. Es una decisión, no un mero dejarse llevar, que además inicia de propia voluntad lo que será la futura vida en común y todo lo que contiene como fines. Pero, claro, para que sea libre el matrimonio debe de haberse contraído con un consentimiento liberado de presiones, miedos y coacciones.