sábado, 21 de febrero de 2009

Ciencia y sentimientos


El amor se ha convertido, desde hace tiempo, en objeto de investigaciones que se dicen científicas, hasta el punto de que se ha llegado a hablar de una «neurología del amor». Con esta premisa, algunos pretenden encontrar una fórmula que permita descubrir un «elixir bioquímico del amor». Con este fin, ciertos investigadores se dedican a convertir las emociones en cadenas de procesos bioquímicos, analizan neurotransmisores, identifican reacciones que se relacionan con sentimientos de cariño, etc. El papel de feromonas, dopaminas y vasopresinas cobra un nuevo y «romántico» aspecto.

El objetivo podría ser el de tratar de reproducir esos procesos de forma artificiosa, al modo de los brebajes de míticos hechiceros; crear, si se puede decir así, «pociones para enamorar», o para enamorarse. Por supuesto, se parte de experimentos con animales, con los que se establecen automáticamente comparaciones que ponen a hombres y mujeres en el nivel de lo instintivo.

Habría otra variante de estas investigaciones, la genética, que permitiría averiguar con anticipación la estabilidad amorosa de las personas. Un test genético proporcionaría entonces las pistas necesarias para confirmar la fiabilidad de una persona antes de establecer con ella una relación de pareja.

Todo esto, que se apunta aquí meramente, provoca algunas preguntas: Lo que estudian estos científicos, ¿es realmente amor? Por otro lado, ¿dónde quedaría la libertad en todo este asunto?